Skip to main content

El investigador Yuk Hui realiza una crítica a lo que llama la “cultura monotecnológica”, que concibe a la tecnología como mera fuerza productiva y un mecanismo para maximizar las ganancias. Afirma que el modelo de producción global borra los aportes que podrían hacer las distintas culturas y hace que diferentes países desarrollen la misma tecnología con distinto branding.

Yuk Hui estudió ingeniería informática y filosofía en la Universidad de Hong Kong y el Goldsmiths College de Londres, especializándose en filosofía de la tecnología. Fue investigador asociado en el Instituto de Cultura y Estética de los Medios (ICAM), investigador postdoctoral en el Instituto de Investigación e Innovación del Centro Pompidou en París e investigador visitante en los Laboratorios de Telekom en Berlín. Actualmente vive y trabaja en Hong Kong.

Su trabajo de los últimos años es una crítica a lo que llama la “cultura monotecnológica”, que concibe a la tecnología como mera fuerza productiva y mecanismo capitalista para maximizar las ganancias. Dice que el modelo de producción global borra los aportes que podrían hacer las distintas culturas y hace que diferentes países desarrollen la misma tecnología con distinto branding.

“Los problemas que acarrea esta cultura monotecnológica están llevando al agotamiento de los recursos naturales, la degradación de la vida sobre la Tierra y la destrucción del medioambiente… Si no cambiamos nuestras tecnologías y nuestras actitudes, sólo preservaremos la biodiversidad como un caso excepcional, pero no aseguraremos su sustentabilidad. El coronavirus no es la venganza de la naturaleza, sino el resultado de una cultura monotecnológica, en la que la tecnología misma simultáneamente pierde sus cimientos y quiere convertirse en el cimiento de todo lo demás”.

Infoesferas y coronavirus

El investigador sostiene que la guerra contra el virus es, en primer lugar, una guerra de información. El enemigo es invisible. Solo puede ser localizado a través de información sobre las comunidades y los movimientos de los individuos. La eficacia en la guerra depende de la habilidad para recolectar y analizar información y para movilizar los recursos disponibles con la mayor eficiencia.

El coronavirus hace explícita la inmanencia de la guerra de información al exponer la necesidad del Estado-Nación de defender sus fronteras físicas, al mismo tiempo que se expande tecnológica y económicamente fuera de sus límites para establecer nuevas fronteras. Las infoesferas las construyen los humanos y, pese a haberse expandido enormemente en décadas recientes, su devenir permanece indeterminado.

“Puede que necesitemos extender el concepto de infoesfera. La construcción de infoesferas podría entenderse como un intento de construir tecnodiversidad, de desmantelar desde adentro la cultura monotecnológica y escapar a su “mala infinitud”. Esta diversificación de tecnologías conlleva una diversificación de modos de vida, de formas de coexistencia, de economías y demás ya que la tecnología, en tanto es una cosmotécnica, integra diferentes relaciones con los no humanos y el cosmos en general. Esta tecnodiversificación no implica la imposición de un marco ético a la tecnología, ya que dicho marco llega siempre tarde y solo está allí para ser trasgredido. Si no cambiamos nuestras tecnologías y nuestras actitudes, solo preservaremos la biodiversidad como un caso excepcional, pero no aseguraremos su sustentabilidad”, afirma Hui.

El investigador propone la idea de ir hacia una tecnodiversidad, hacia una multiplicidad de cosmotécnicas que difieran entre sí en términos de valores, epistemologías y modos de existencia. ¿Se podría pensar en una tecnología latinoamericana, amazónica, incaica o maya? ¿Podría existir una alternativa tecnológica para la actual crisis global que no sea un retorno a la naturaleza primitiva?

es_ESEspañol